19.5.12

Hacia una Arquitectura Paranoica

La actividad paranoico-crítica consiste en la invención de pruebas para unas especulaciones indemostrables, y el subsiguiente injerto de estas pruebas en el mundo, de modo que un hecho "falso" ocupe un lugar ilícito entre los hechos "verdaderos". Estos hechos falsos se relacionan con el mundo real como los espías con una sociedad determinada: cuanto más convencional e inadvertida resulte su existencia, mejor pueden dedicarse a la destrucción de la sociedad.


Arquitectura = la imposición al mundo de construcciones que éste nunca ha pedido y que previamente sólo existían como nubes de conjeturas en las mentes de sus creadores.
La arquitectura es inevitablemente una forma de actividad paranoico-crítica.


Desglosada por orden, la construcción con hormigón armado procede como sigue. Primero se levanta esa estructura hipotética que es el encofrado: el negativo de la tesis inicial.
Luego se insertan las armaduras de acero (dimensionadas estrictamente según los principios racionales de la dísica de Newton): es el proceso de refuerzo del cálculo paranoico.
Luego se vierte un líquido de color gris rata en las especulativas contraformas vacías para darles una vida permanente en la tierra, una realidad irrefutable, especialmente después de que los signos de la locura inicial (los encofrados) se hayan retirado, dejando tan sólo las huellas digitales del grano de la madera.


Infinitamente maleable al principio, y repentinamente duro como la roca más tarde, el hormigón armado puede objetivar con la misma facilidad la vacuidad y la plenitud: es el plástico de los arquitectos.
(No es coincidencia que las obras de todos los edificios de hormigón armado, con su maraña de encofrados, recuerden el proyecto de Noé: un astillero inexplicablemente varado en tierra).


Lo que necesitaba Noé era el hormigón armado.
Lo que necesita la arquitectura moderna es un diluvio.

*fragmentos de Delirious New York de Rem Koolhaas, 1978.