La actividad paranoico-crítica consiste en la invención de pruebas para unas especulaciones indemostrables, y el subsiguiente injerto de estas pruebas en el mundo, de modo que un hecho "falso" ocupe un lugar ilícito entre los hechos "verdaderos". Estos hechos falsos se relacionan con el mundo real como los espías con una sociedad determinada: cuanto más convencional e inadvertida resulte su existencia, mejor pueden dedicarse a la destrucción de la sociedad.
La arquitectura es inevitablemente una forma de actividad paranoico-crítica.
Luego se insertan las armaduras de acero (dimensionadas estrictamente según los principios racionales de la dísica de Newton): es el proceso de refuerzo del cálculo paranoico.
Luego se vierte un líquido de color gris rata en las especulativas contraformas vacías para darles una vida permanente en la tierra, una realidad irrefutable, especialmente después de que los signos de la locura inicial (los encofrados) se hayan retirado, dejando tan sólo las huellas digitales del grano de la madera.
(No es coincidencia que las obras de todos los edificios de hormigón armado, con su maraña de encofrados, recuerden el proyecto de Noé: un astillero inexplicablemente varado en tierra).
Lo que necesita la arquitectura moderna es un diluvio.
*fragmentos de Delirious New York de Rem Koolhaas, 1978.